EMPIRIA. Revista de
Metodología de Ciencias Sociales. Número 2, 1999, pp.. 61-72
Manuel Periañez
IPSHA (Interventios
Psychosociologiques et Sciences Humaines Appliqués). París.
Versión traducida,
con alguna ligera modificación autorizada por el autor, de la intervención de
M. Periañez en las jornadas STE (Societé, Techniques et Environnment) celebradas
en mayo de 1996 en Créteil titulada «Limite de validité des sondages en
sciences sociales». La versión original se encuentra en
http://multimania.com/mpzga. (Traducción de Antonio Vallejos).
RESUMEN.
Los sondeos permiten con frecuencia estudios
altamente pertinentes y de calidad, pero numerosos asuntos no pueden ser
válidamente explorados por ellos. Obtener 'una instantánea de la opinión
pública' es su única ambición, pero, como ya decía Bourdieu en 1973, «la
opinión pública no existe».
Una aproximación psicoanalítica a la
situación del sondeo nos permite poner en cuestión la identidad del sujeto
entrevistado. Las opiniones personales quedan abolidas por la relación
hipnótica que se da en la situación de sondeo.
El efecto perverso más evidente que producen
los sondeos es el de reemplazar la sociedad real por la constituida por la
adicción de todos los 'falsos-yoes' sociales que aceptan con agrado dejarse
fotografiar en la calle.
La preexistencia de una opinión consciente
socialmente estable define los límites de validez de los sondeos en ciencias
sociales.
1. INTRODUCCIÓN.
La controversia, ya
vieja, sobre la bondad o la maldad intrínseca en los sondeos debería, sin lugar
a duda, estar cerrada después de tanto tiempo si éstos, que permiten con
frecuencia estudios pertinentes y de calidad, no llevaran a veces -es necesario
confesarlo- a análisis banales e incorrectos, e incluso a análisis
voluntariamente deformados. Si el éxito del método le asegura cada vez más un
dominio tan vasto como múltiple, a veces parece conducir, en el ámbito de las
ciencias sociales, al equivalente de los errores terapéuticos en el ámbito
médico: ciertos gobernantes no conocen otra técnica, los institutos de sondeo
no rechazan contratos que dan lugar (y bien que lo saben) a errores debidos a
la herramienta. Numerosos asuntos, de hecho, no pueden ser válidamente
explorados por este método rápido y simple. Los sondeos tienen sus límites de
validez, su campo de aplicación óptima... y sus contraindicaciones.
Tomemos un ejemplo de
los estudios sobre las molestias debidas al ruido. Cuando se pasa revista a los
realizados en Francia en los últimos 20 años, uno encuentra un secreto que les
concierne, secreto que ha sido tan bien guardado sólo por lo decisorio que es.
Se trata de la alianza del investigador con la demanda política tecnocrática.
Aparentemente es simple: las gentes se querellan debido al ruido, ¡hay que
hacer algo! Digamos, de entrada, que esta demanda es perfectamente legítima en
los casos de «patología acústica»: proximidad de aviones, carreteras, obras,
etcétera. Pero estas situaciones, exigen absoluta urgencia, son muy
minoritarias en Francia, aún cuando cada vez vayan quedando menos viviendas
donde no se oiga un motor: incluso huyendo a lo alto del 'Aiguille du Midi' se
oye el diesel de un equipo electrógeno, que, por otra parte, se olvida ante el
paisaje. De hecho, el 80% de los asuntos de ruido que llegan a los tribunales
conciernen a niveles sonoros medios: es la significación de estos ruidos lo que
los hace insoportables. Y eso es subjetivo. Nuestro problema es, por lo tanto,
psicológico antes que acústico.
La alianza que
mencionamos es la de los investigadores con la ideología dominante sobre el
tema del ruido, según la cual el ruido sería malo por naturaleza y constituiría
un grave problema para la sociedad. Los sondeos hacen aparecer con cierta
regularidad el ruido como ¡«la preocupación número uno de los franceses»! Los
políticos prestan atención. Ahora bien, estos sondeos están sesgados, puesto
que el ruido posee unas cualidades psico sociológicas específicas que lo hacen
altamente inaccesible a este método de cuantificación. Estas cualidades
convierten el ámbito del ruido en un cómodo exutorio proyectivo para toda
insatisfacción, tanto de origen social, como personal: esta es la genuina
capacidad del ruido para facilitar un dócil chivo expiatorio.
Es, por lo tanto,
algo elemental al realizar el estudio sociológico sobre el ruido establecer de
antemano si la persona que responde a las cuestiones vive personalmente una situación
favorable o desfavorable. Porque las personas «que van bien» encajan, de hecho,
sin parpadear contextos sonoros declarados inaceptables, tanto en el orden de
los decibelios como en el de las significaciones de lo que se oye, por los que
van menos bien. El verdadero problema en el estudio sociológico del ruido está
pues en distinguir junto a la gente con buena salud según la famosa definición
de la OMS (aquellos con una perfecta salud física, psíquica y social...) a los
que acaban querellándose -y que, claro está, existen-: no teniendo necesidad de
recurrir al ruido como chivo expiatorio, sólo los primeros están en condiciones
de escapar parcialmente a la ideología. Ahora bien, los sondeos no se preocupan
de la personalidad de las personas interrogadas, ni de su bienestar o malestar
actual, puesto que deben hacerse deprisa y cuentan con la ley de los grandes
números para nivelar estadísticamente todas esas diferencias. No recogiendo los
sondeos datos suficientes para establecer correlaciones necesarias al objeto de
estudio, su única ambición ha sido siempre establecer «una instantánea de la
opinión pública».
Existen en nuestros
días una abundante literatura científica sobre los sondeos. Sólo los problemas
de la elección de los individuos destinados a formar parte de una muestra, los
de la formulación de las preguntas y su orden de colocación, así como los de la
utilización de los resultados de un sondeo son ya por sí mismos bastante
complejos.
Un ejemplo, breve
pero rotundo, que pone claramente de manifiesto el problema de la inducción de
las respuestas por la sola formulación de las preguntas los da Yvonne Bernard
(Bernard y Segaud, 1991:13). En 1982 la SOFRES publicó dos sondeos con dos
meses de intervalo. En Express la cuestión que aparecía era: «Para
usted y su familia, ¿cuáles son las preocupaciones más importantes en el
momento actual?». 'La inseguridad' quedaba en último lugar solamente con 6%
de respuestas. En Le Parisien, la cuestión había aparecido de manera diferente:
«Entre los problemas siguientes, ¿cuáles son los dos que más le preocupan a
usted?». A continuación se presenta una serie de problemas como 'el paro',
'la salud'..., apareciendo el último lugar 'la inseguridad', que aquí quedaba a
la cabeza, ¡con un 56% de respuestas!.
Otro ejemplo. En un
trabajo reciente sobre el tema del ruido para la Dirección de la Construcción
(Periañez, 1992), nosotros mismos hemos tenido en cuenta numerosos sondeos
aparecidos en la prensa que presentan 'el ruido' como «el problema número
uno de los franceses». Ahora bien, estos sondeos proponen a las personas
interrogadas, como el segundo citado por Yvonne Bernard, una lista de problemas
entre los cuales elegir... en las entrevistas libres donde se ha introducido el
tema de «los problemas más importantes en el momento actual», sin inducir nada,
'el ruido' no era mencionado casi en ninguna ocasión, y, si lo era, únicamente
en zonas habitadas muy ruidosas objetivamente.
Otra ocasión es que
la práctica de la audiometría, es decir, la medida de la audiencia de los
diferentes programas de televisión (y de la publicidad que las acompaña) ha
dado lugar en muy pocos años a una nivelación por lo bajo (en lo que a calidad
se refiere) de todos los programas y a la práctica desaparición de la
financiación destinada a producciones de calidad: las subvenciones a la cadena
ARTE eran regularmente rebajadas a causa de la audímetro.
La publicación
mediática de los sondeos ha transformado a estos en un nuevo y central elemento
del juego político.
El sondeo electoral
constituye la vitrina, el escaparate de la investigación por sondeo: es ahí
donde el método prueba su exactitud relativa, de donde extrae el prestigio de
cara a los clientes comerciales, puesto que sólo ahí el sondeo es seguido por
el voto real, lo que permite una verificación inmediata. Un margen de error de
3% del muestreo por cuotas, en otras ocasiones parece tan leve, es, sin
embargo, muy mal tolerado por la clase política. Los sondeadores franceses
utilizan coeficientes de ponderación para las previsiones del voto que se
elaboran basándose en las diferencias entre los anteriores sondeos y los
resultados electorales reales; estos coeficientes tienen por finalidad
distribuir la 'no respuestas' de los sondeos preelectorales, ya que éstos
siempre presentan un déficit de respuestas en relación con los votos reales que
se producen en las elecciones (llegando así a producir efectos en la inhibición
de respuestas políticas de rechazo electoral). Esta práctica supone una
estabilidad de las relaciones ideológicas y políticas entre una y otra
elección, lo que no siempre es cierto, sobre todo cuando se produce una
evolución de la opinión. Se produce, por lo tanto, una paradoja: los sondeos
miden y predicen tanto más finamente la opinión ¡cuánto más estable que la ésta
al paso de los años!
El problema ético,
muy raramente planteado, ya que es confundido con un poema técnico, no es sino
el de la pseudo-democracia que la sondeo-manía actual ha acabado por imponer en
la conciencia colectiva desplazando a la verdadera (la del voto real de los
ciudadanos). El hecho de que un grupo importante escape siempre a los sondeos,
el grupo de individuos que los rechazan por principio, hace que la
'colectividad de ciudadanos' se encuentra reducida al segmento social que los
acepta, segmento que produce la pretendida «opinión pública». No se trata de
personas que responden que «no sabe» a los encuestadores, es decir, no se trata
de un grupo de los «indecisos» (que plantea ya un problema interesante: el de
la autenticidad de los indecisos frente a los que se adscriben ciegamente a lo
convencional de las respuestas pre codificadas), más bien se trata del grupo de
personas que se encuentra todavía más allá de esta posición, rechazan toda
participación en un sondeo. Así pues, por definición, no se sabe nada sobre las
gentes que rechazan los sondeos. Puede ser, y es la apuesta de los sondeadores,
que se distribuyen aleatoriamente entre la posición global, pero nada lo
prueba, es perfectamente posible el grupo que rechazan los sondeos constituya
un grupo socialmente coherente, teniendo importantes variables sociológicas o
psicosociológicas en común, lo que hace que una o varias familias dé opiniones
tan aceptables como las otras ¡no sean jamás observadas por este instrumento!
Hay pues un «agujero negro» en la pretendida opinión pública. En este caso,
todos los sondeos son siempre falsos o por lo menos sólo válidos en tanto que
«fotografía de la opinión» de, únicamente, los grupos sociales que aceptan los
sondeos.... Se considera, después del mayo del 68, que los sondeos daban la
palabra a la «mayoría silenciosa», pero ignoraban una minoría todavía más
silenciosa.
Pierre Bourdieu, en
un brillante texto de 1973 sobre este tema (Bourdieu, 1973), adelantaba en el
preámbulo su negativa a condenar los sondeos, porque «pueden ser útiles a
las ciencias sociales, a condición de ser tratados de manera rigurosa». Y
seguidamente enunciaba tres postulados implícitos en los sondeos:
1). Las encuestas de
opinión suponen que todo el mundo puede tener una opinión, que la producción de
una opinión está al alcance de todos. Bourdieu rechaza este primer postulado.
2). Se supone que
todas las opiniones vienen a ser lo mismo. Por lo tanto, «acumular las
opiniones que no tienen de ningún modo la misma fuerza real conduce a una
profunda distorsión».
3). En el simple
hecho de exponer una misma cuestión a todo el mundo se encuentra implicada la
hipótesis de que hay un consenso sobre los temas, un acuerdo sobre las
cuestiones que merecen ser planteadas.
Bourdieu se muestra
clemente en relación a los reproches técnicos más frecuentemente emitidos
contra los sondeos: la constitución de la muestra, la formulación de las
preguntas..., puesto que hay algo más importante. La demanda social de los
sondeos está ligada a unas problemáticas de compromiso que derivan de
preocupaciones políticas: «los problemas que se plantean son problemas que
se imponen como problema político», y esto sitúa a los institutos de sondeo
lejos de los centros de investigación que construyen sus investigaciones «si
no en un cielo puro en todo caso, a cierta distancia de la mirada de la demanda
social bajo su forma más directa», lo que hace el sondeo de opinión un
instrumento de acción política. «Su función más importante consiste posiblemente
en imponer la ilusión de que existe una opinión pública como un conjunto
meramente aditivo de opiniones individuales», lo que permite legitimar una
política pretendidamente adecuada a esta «opinión pública».
Bourdieu analiza
entonces rápidamente las operaciones que permitan alcanzar el efecto de
consenso sobre el que reposa esta práctica: la ignorancia deliberada de las
no-respuestas (filosofía electoral impuesta a las ciencias humanas); la
imposición de la problemática (¿a qué cuestión han querido responder los
encuestados?); la competencia política (que varía grosso modo con el
nivel de instrucción); «el ethos de clase» (que otros autores prefieren
designar como «imaginarios sociales»); el error de interpretación de las
respuestas (interpretación política respuestas heterogéneas a las problemáticas
planteadas). Bourdieu explica entonces, por una parte, el papel de las
opiniones movilizadas, de las opiniones constituidas, de los grupos de presión
y, por otra, la opinión en estado implícito o predisposiciones, que, por
definición, no son la opinión.
Y concluye que no
existe «la opinión en el sentido de la definición social implícitamente
admitida por los institutos de sondeo o por los que utilizan los resultados de
los sondeos de opinión».
2. APROXIMACIÓN
PSICOANALÍTICA A LA SITUACIÓN DE SONDEO.
En los textos de
sociólogos, historiadores y filósofos consagrados a los sondeos resuenan por
todas partes ecos de psicoanálisis. La problemática de los sondeos que aquí
planteamos se esclarece un poco si se toma en cuenta la dimensión del
inconsciente. Los autores citados parecen considerar al individuo literalmente
como la parte más pequeña de la sociedad (individuo, lo que no es divisible).
Lewin postuló en alguna ocasión el individuo era «un átomo social». Esta idea,
sin embargo, había nacido ya falsada, puesto que cuando fue enunciada el núcleo
del átomo había podido ya, después de mucho tiempo, ser descompuesto en sus
elementos constitutivos: ¡el «individuo» de la materia era divisible!
Lo mismo sucedía con
el individuo humano, que se había reconocido, en múltiples aspectos, plural.
Por una parte, la tripartición freudiana en Yo, Ello y Superyó (luego refinada
por los sucesores de Freud en Ideal del Yo, Estados del Yo, «visitadores del
Yo» Yo-piel, etc.) viene a sembrar la duda con respecto al interlocutor en
diálogo: ¿quién es, de hecho, este cuando responde una pregunta? Una de las
numerosas escuelas psicoanalíticas posteriores a la psicosociología
norteamericana clásica, la de Eric Berne y el «psicoanálisis transaccional»,
parte del principio de que los movimientos regresivos y progresivos del Yo en
toda interacción humana da lugar a unas coyunturas del Yo deudoras del hecho de
que la palabra puede ser tomada por un Yo-niño, un Yo- adulto o un Yo-parental
².
Entonces la cuestión
de saber quién responde a un encuestador se complica un poco, y cierta
precaución se hace indispensable en el establecimiento de la relación de
entrevista para conseguir estabilizar al interlocutor. Particularmente, es
indispensable que el encuestador esté suficientemente identificado por el
entrevistado (y por tanto esté ya estable él mismo), y lo esté bajo las mismas
categorías (cualquiera que os proponga una cuestión puede operar a partir de su
Yo Niño, Yo Adulto o Yo Parental, ¡lo que crea nueve situaciones posibles entre
dos personas!). El contenido de la pregunta puede ser tomado por la persona
interrogada como procedente de su interlocutor (en el estado del Yo previamente
localizado entre aquellas tres posibilidades), o como procedente una instancia
superior al interlocutor, por relación a la cual el interrogado puede
imaginarse que el sondeador mantiene así con él complejas relaciones.
No existe, que
nosotros conozcamos, ninguna investigación que apunte a establecer «a quien»
cree hablar una persona que se encuentra bruscamente confrontada a una
situación de investigación por sondeo, como generalmente sucede (en la calle o
por teléfono, al paso o puerta a puerta). La interrupción de toda actividad en
curso para participar en un sondeo se parece, desagradablemente según nosotros,
al famoso «¡Policía! ¡Sus papeles!» de una interpelación en la vía
pública, por la cual la sociedad ejerce su legítimo derecho de control social
institucional; y este parentesco va acompañado de repercusiones psíquicas
específicas según el tipo de personalidad del interpelado, por no decir de la
víctima. Por supuesto, en lo que sigue, la persona se ve tranquilizada: no es
más que un sondeo, en donde solamente se le demanda contribuir anónimamente a una
fotografía del estado de la opinión pública sobre tal o cual tema... no
obstante, la interpelación captativa, del orden del abordaje, provoca un cierto
estado mental.
3. HIPNOSIS Y
AUTORIDAD.
Algunos autores
modernos (Roustang, Chertok, Stengers) cuestionan el psicoanálisis por su
origen derivado de la hipnosis (Roustang, 1994). La propuesta de esta línea de
investigación, apasionante por lo demás, es la de purificar el psicoanálisis de
lo que le queda de abuso hipnótico de los tiempos de Charcot y sus famosas
presentaciones enfermas en la Salpetriére, a las cuales asistía un joven Freud,
asimismo fascinado. Roustang siguen en sus escritos, a menudo implícitamente,
las investigaciones de Ferenczi de los años 20, en las que teoriza la hipnosis
inscribiéndola en dos tipos, que llama «hipnosis maternal» (por la seducción,
la dulzura, la envoltura) e «hipnosis paternal» (por la autoridad, la
brutalidad de tono, la violencia verbal, incluso física). Si ya es difícil
escapar enteramente a todo fenómeno hipnótico en los intercambios humanos
extremadamente vigilantes, como los que se producen en el curso de la cura
psicoanalítica, se observa fácilmente cómo un conjunto variable de estos mismos
fenómenos son moneda corriente en la vida cotidiana y como la relación de
investigación súbita apunta claramente, en lo relativo a esto, hacía un tipo de
hipnosis paternal en la fase de abordaje del entrevistado, fase inmediatamente
seguida por una de hipnosis maternal tranquilizante y propicia a establecer un
mínimo de cooperación: en este segundo momento, debe uno preocuparse por las
condiciones psíquicas a partir de las cuales se conseguirá esta cooperación.
Para acercarnos a
nuestro tema, reemplacemos ahora la expresión «investigación súbita» por la de
«investigación inopinada». Este sinónimo aparentemente inocente introduce una
dimensión importante: la de la abolición de las opiniones personales por la
relación de hipnosis contenida en la situación de sondeo. No llegamos a tener
ninguna manera de sostener que el entrevistado se encuentra ante el
entrevistador como el conejo ante la serpiente..., pero hay, sin lugar a duda,
algo de eso. Como mínimo, el entrevistado tendría necesidad, para responder en
tanto que sujeto y revelar válidamente una opinión personal, de recobrar el
dominio de sí mismo ['reprende ses esprits'], como bien dice el lenguaje
corriente. El entrevistador trabaja a destajo, no puede perder el tiempo. No es
azaroso que, en asuntos difíciles, el método de entrevista semi-directiva que
da más resultado es aquel en que el cuestionario es enviado al futuro
entrevistado con unas semanas de adelanto, para que reflexione pausadamente
sobre las cuestiones que le serán planteadas.
Yo, personalmente,
como ciudadano, siempre he participado en los sondeos que, al cabo de muchos años,
el azar ha puesto en mi camino, a la vez por curiosidad, por echar mano al
pobre diligente entrevistador y por deformación profesional (o placer
malicioso, si se prefiere). Jamás he visto un entrevistador que acepte
cuestionar las categorías cerradas para las respuestas, siempre
insuficientemente sutiles para tener en cuenta lo que querríamos comunicar. Si
uno se resiste, el entrevistador alza el tono: ¡obliga de modo imperioso a
elegir una u otra de sus respuestas! Si uno persiste en el trapaceo, acaba por
anotar, a nuestra espalda, el caso que el mismo decide como más adecuado al
rígido personaje que ha tenido la mala suerte de encontrar (procede entonces,
así lo cree, a una «interpretación»...). Esa es la suerte de aquellos que
resisten a la hipnosis.
4. IDENTIDAD,
HIPNOSIS Y FORMULACIÓN DE OPINIONES.
Pero en los que no
resisten, que son los mas ¿no será que el personaje interior habla en ellos
sólo por quitarse de encima lo más rápido posible al entrevistador? Convertidos
en «inopinados» por la situación de abordaje, aceptan la mayoría de las veces
respuestas que no convienen más que a ese 'interfase' social de su personalidad
que Winnicot (1964a, 1964b) ha llamado el falso-yo, que, de golpe, se
encuentra promovido a ciudadano: el sondeo acaba siendo una votación más que
una investigación científica. Ahora bien, si ellos mantienen su verdadero-yo,
entonces no responden, y van a engrosar la categoría de los «sin respuesta»
(para lo cual hace falta tener coraje: se nos hace sentir que sólo los idiotas
quedan sin respuesta). La categoría «sin respuesta» es, de hecho, sin duda la
más interesante que producen los sondeos, y la que merece realmente una
investigación, tanto como la negación a participar en los sondeos que ya hemos
mencionado. El efecto perverso más evidente, y jamás descrito por los
institutos de sondeo, y con razón, es, pues, el de reemplazar la sociedad real
por la constituida por la adición de todos los falsos-yoes sociales que aceptan
con agrado dejarse fotografiar en la calle.
Es aceptable
preguntarse si la minoría antiautoritaria, que se revela cuando detecta
veleidades de manipulación (y la hipnosis es una de ellas), no constituye un
grupo sociológicamente homogéneo, ¡lo que falsearía todas las muestras! Por
otra parte, estas personas ¿no son las más conscientes de ser verdaderos
ciudadanos? El peso de su opinión ¿no sería considerable comparado con el de
las personas que responden ligeramente a un encuestador, como el que participa
bajo los efectos de un pase magnético? Brevemente y así de simple: la opinión
recogida por sondeo ¿es seria?.
Los sondeadores, si
comparamos su actividad con la fotografía, ignoran lo que Barthes ha dicho de
ésta en La Cámara lúcida (Barthes, 1980), a saber: el efecto de
mortificación que se produce en el sujeto al ser atrapado en la foto, la
complaciente pose del sujeto ante el fotógrafo. Para obtener una fotografía que
capte la vida del sujeto, es necesario tomarla sin que él lo sepa: éste es el
caso de todas las grandes fotos de los Lartigue, Doisneau y los otros grandes
de la fotografía popular, que son artistas y no unos técnicos. Barthes escribía
que la foto «es co-natural a su referente», lo que traducido de la jerga
filosófica la psicoanalítica encaja bastante bien con nuestra idea de una
pseudo-realidad que seria el campo de acción del falso-yo vanidoso.
5. IDENTIFICACIÓN CON
EL AGRESOR Y SONDEOS DE OPINIÓN.
Otro mecanismo sacado
a la luz por ese gran pionero bastante olvidado que fue Ferenczi es el que se
refiere a «la identificación con el agresor». Brevemente podemos decir que se
trata de una defensa contra el Superyó muy sólido, incluso sádico, que
consiste... en apropiarse de sus características, la mayor parte de las veces
agravándola además. Así, la hipnosis paternal deviene familiar, conocida desde
el interior, y deja de ser angustiante (al modo de la defensa contra-fóbica).
Algunas perspectivas fantasmáticas de venganza no son extrañas a esta maniobra
magistral (Ferenczi, 1933).
En este registro, la
situación sondeador-sondeado alcanza lo cómico: ¿quién va a hipnotizar a quien?
El encuestado de personalidad así estructurada será mucho menos interesante
para el sujeto que realiza el sondeo que para la confrontación de poder que le
ofrece la situación. El confisca la encuesta, toma la actitud que podría tener
el jefe de la oficina del encuestador, elige violentamente las respuestas más
conformistas que cae por su peso y hace sentir con claridad al encuestador lo
inútil de perturbar a las personas para unas perogrulladas miles de veces
constatadas. El encuestador, regador-regado, farfulla y se excusa por haberle
molestado. Pero la naturaleza artificial de los resultados del sondeo presume
otra cosa...
6. DÍEZ ENTREVISTAS
CONTRA UN SONDEO
Nosotros recientemente
hemos tenido que realizar el contra-informe de un sondeo para el Plan
Construction (Periañez, 1995). En este estudio, hemos comenzado por exponer los
resultados de dos sondeos SOFRES e IPSOS que han motivado este contra-informe,
pues hemos pasado revista a algunos textos de entre los más importantes de los
cientos que existen actualmente sobre el tema de los sondeos y que ilustran las
diferentes facetas de la discusión científica sobre este tema. A continuación
hemos formulado algunas observaciones de orden psicoanalítico, como las
expuestas aquí más arriba, antes de efectuar la demostración de las diferencias
más destacables entre los resultados obtenidos por sondeo por el método clásico
de la entrevista semi-directiva.
El método consiste en
volver a pasar el cuestionario del sondeo del IPSOS de 1992, volviendo recoger
las respuestas dadas a estas cuestiones para explorar en ellas tranquilamente
de modo semi-directivo la manera de reducción de representaciones a la cual ha
recurrido la persona «sondeada» con el fin de considerarse en condiciones de
proporcionar una «opinión» a la instancia inquisitiva inicial. Un magnetófono
recogía, durante el «sondeo», todos los movimientos, vacilaciones y críticas
realizadas por la decena de «sondeados» a las respuestas cerradas obligatorias
que le son propuestas.
El objetivo no era,
pues, verificar las estadísticas de éste sondeo (los «resultados»), sino
iluminar los procesos de construcción de la respuesta, es decir, inventariar
diversas modalidades de renuncia del sondeado a su visión privada con el fin de
expresarse sobre la escena «pública» a través de la elección de las opiniones
prestadas que se le han propuesto.
Después hemos
confrontado el resultado del sondeo con el que suministra el método cualitativo
de la entrevista semi-directiva y hemos procedido a una demostración de las
diferencias más destacables entre los resultados obtenidos por sondeo y por el
clásico método de la entrevista semi directiva, repitiendo ahí exactamente las
cuestiones del sondeo IPSOS, para explorar seguidamente las respuestas dadas
por una decena de personas.
Este procedimiento se
concreta en la tabla que aparece más abajo, en donde hemos anotado si las
respuestas dadas durante la segunda fase semi directiva confirmaban, matizaban
significativamente o contradecían totalmente las respuestas dadas durante la
fase de sondeo a las cuestiones del IPSOS.
Esto se ha hecho
eligiendo como variable de clasificación el grupo de cultura arquitectónica,
separando nuestros diez entrevistados en tres grupos (de grande, media y escasa
cultura arquitectónica). Después hemos afinado estos resultados y llegado a una
oposición clara entre los entrevistados de gran y escasa cultura
arquitectónica.
Claramente puede
observarse que las opiniones cambian en mayor grado cuando el entrevistado es
incompetente en el dominio concernido.
Este resultado nos
parece natural para mostrar la inadecuación de los sondeos, no solamente en lo
que concierne a la estética arquitectónica, sino igualmente en lo que concierne
a las ciencias sociales en su conjunto. Partimos de una hipótesis simplísima:
la «cultura arquitectónica» interviene en la opinión sobre la arquitectura. Y
por ello elegimos una meta variable que clasifica a nuestros entrevistados en
tres clases de «cultura arquitectónica», obteniendo el resultado expuesto en la
tabla. Ningún instituto de sondeo opera así, puesto que la construcción de
variables intermedias de orden psico sociológico no forma parte de sus
preocupaciones.
CONCLUSIONES.
En conclusión,
diremos que los límites de validez de los sondeos en ciencias sociales son los
de la preexistencia de una opinión consciente socialmente estable.
La única ambición de
los sondeos, tantas veces reiterada, es la de constituir una instantánea de la
opinión pública. Pero cada vez más los sondeos son aplicados a unas
problemáticas sobre las cuales no existe ninguna opinión propiamente dicha.
Este es todo el problema. Está claro que los individuos se comunican entre sí a
propósito de sus actividades y sus percepciones humanas y sociales, y esta
comunicación crea la vida social y política. Ahí las opiniones existen, y puede
ser sondeadas. Pero para un inmenso campo de la experiencia humana, esta
comunicación este proceso de emergencia y maduración de opiniones no ha tenido
jamás lugar. Por esta razón el psicoanálisis ha tenido en este siglo un consabido éxito. Hace falta sobre todo el
talento de escritores, de un Proust o de un Flaubert, para explorar no sólo los
matices de tal o cual emoción humana (por ejemplo, ante una obra de arte) sino
igualmente las reflexiones humanas aún vacilantes ante nuevos acontecimientos y
problemas sociales. Estas reflexiones incipientes no constituyen una opinión,
todo lo más, como hemos propuesto aquí, una «opinión privada», que espera ser
contrastada de la discusión socializada. Hacer pasar estas opiniones privadas
al dominio público por una técnica tan violenta de recogida de datos constituye
desde luego un abuso
Como conclusión
diremos que los límites de validez de los sondeos de ciencias sociales son los
de la preexistencia de una opinión consciente socialmente estable (concerniendo
esencialmente al campo político).
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REFERENCIAS
2. Como se dice en el Website de la ITAA (International Transactional
Analysis Association):The Ego State Model (PAC Model): An ego state is a set
ofrelated behaviors, thoughts, andfeelings, a way in which we manifest a part
of our personality at a given time. Transactional analysis portrays three ego
states: Adult (behaving. thinking, feeling in response to what is going on
around me in the here and now), Parent (behaving, thinking, feeling in ways
that are a copy ofone ofmy parents or other parent figures), and Child
(behaving, thinking, feeling that I used when I was a child). When we use the
ego-state model to understand personality, we are employing structural
analysis».
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