Juan
Javier Sánchez Carrión
Universidad
Complutense de Madrid
Revista Española de Investigaciones Sociológicas. Reís.
87/99 pp. 291-303
Este
artículo tiene como fin introducir a Quetelet en el mundo de la sociología, en
el que yo entiendo que es bastante desconocido; de hecho, hasta donde alcanza
mi conocimiento, no existe ninguna obra suya traducida al castellano y tampoco
he encontrado trabajos donde se hará una referencia que sea algo más que de
pasada al trabajo de este autor, generalmente para tratarlo como pionero de la
estadística pero no de la sociología (1). Para ello voy a explicar la
pertinencia de esta introducción y la correspondiente traducción, hechas en una
sección dedicada a los clásicos de la sociología, mostrando tres aportaciones
de su obra que han tenido una gran importancia para la configuración de la
sociología, o una parte de ella, tal como hoy la entendemos. El texto traducido
de Quetelet que acompaña esta introducción ofrece información más o menos
detallada sobre los tres aspectos de su obra a los que me voy a referir. Y aún
tratándose, cómo explicaré más adelante, de sólo unas páginas de sólo uno de
sus trabajos-bien es cierto que el más importante-, creo que sirven para
entender el pensamiento de este autor.
Reconstruyendo
desde el momento actual la aportación de Quetelet no sólo a la estadística
(algo reconocido), sino también a la sociología, yo creo que se puede hablar de
que, por un lado, Quetelet tuvo un papel decisivo en la implantación de los
censos periódicos, estandarizados, que hoy día conocemos y utilizamos, y que no
existían con anterioridad a su trabajo; además, nuestro autor contribuyó a
introducir la idea de que la sociedad es una instancia mediadora entre los
designios divinos y el comportamiento de los hombres, despejando del horizonte
explicativo tanto la referencia a la Divina Providencia como el libre albedrío;
por último, me referiré a su aportación quizá más fundamental desde el punto de
vista de una sociología explicativa: para explicar el orden social (él hablaría
del sistema social), Quetelet introdujo un modelo cuantitativo (la media de una
distribución normal), que sería pionero de posteriores modelizaciones
estadísticas hechas en sociología (regresión, análisis factorial, etcétera.).
En este trabajo veremos una por una estas tres aportaciones, para acabar esta
presentación de Quetelet con una breve reseña biográfica del autor y con una
referencia al libro del cual se ha extraído la traducción que se incluye en
estas páginas (Physique sociale).
Y,
aparte de esta recuperación de Quetelet para la sociología, ¿qué otro sentido
tiene hablar de ese autor en el momento actual? ¿Qué puede aportar el
conocimiento de lo que yo entiendo que fue la contribución de Quetelet a la
sociología para comprender la situación actual de esta disciplina y del mundo?
Si contra el vicio de pedir no hay mejor remedio que la virtud de no dar,
contra el vicio de creer lo que uno conoce/piensa es lo natural que no hay
mejor virtud que pensar en su génesis. Y si para el roñoso no hay mayor visio
que el que practican los pedigüeños, para un espíritu relativista no hay mayor
vicio que el de la pretensión de naturalizar el conocimiento, viendo tan sólo
el pasado como un momento necesario en el camino de la verdad actual. La
interpretación de Quetelet que yo hago en estas páginas, un autor de quien se
celebró el bicentenario de su nacimiento en 1996, apoyándome en la traducción
de una pequeña parte de la que se considera como su obra más importante, puede
servir-al menos eso es lo que pretendo-para mostrar el carácter histórico del
conocimiento social, incluso de aquel que se considera más fuera del tiempo
como puede ser el que se sustenta sobre el uso de la estadística, disciplina que
precisamente debe mucho a la figura de Quetelet. Y en estos tiempos de
pensamiento único y de fin de la historia, me parece que una buena estrategia
para sobrevivir, como sociólogo y como persona, es tratar de entender cómo se
ha llegado a esta situación, para que a partir de este conocimiento se pueda
pensar en su transformación. Evidentemente, las páginas de Quetelet que dan pie
a mis comentarios tienen suficiente interés por sí mismas para que el lector,
al margen de lo interesante que le puedan resultar mis apreciaciones, les pueda
sacar muchas otras conclusiones, distintas o complementarias a la que yo hago
en mi interpretación. Su lectura autónoma creo que vale la pena para entender
un poquito mejor partes de la sociología que hoy se practica y, más en general,
del estilo de pensamiento de este final de siglo.
QUETELET, ESTADÍSTICO
ADMINISTRATIVO.
Que
ahora veamos natural la continua realización de censos, encuestas y la creación
de registros, fenómenos todos ellos que caracterizan a nuestras sociedades
occidentales, no significa que tal actividad lo sea tal. Poco tiempo muy
cercanos a nuestros días, en los que tratar de contar a la gente era una
actividad que apenas se llevaba a cabo. Y ello por varias razones, de entre las
que podemos destacar como más importantes la falta de interés/legitimidad de
los gobernantes por/para el recuento y la negativa de los gobernados a dejarse
contar.
En
el contexto de las sociedades feudales y, en menor medida, del Antiguo Régimen,
sólo Dios (la Iglesia) tenía autoridad para contar a su pueblo; un pueblo que,
por lo demás, tenía claro que del recuento que no tuviera esta finalidad
religiosa (bautizos, defunciones, etcétera.) Sólo se podía derivar la
imposibilidad de cargas fiscales o militares, ninguna de ellas deseada (2). Se
llevaban registros con fines religiosos, sin que existieran los registros
civiles que hoy en día conocemos, para cuya aparición habría que esperar hasta
finales del siglo XVIII, a principios del XIX (3). En otro lugar explicó la
evolución del recuento entre dos momentos importantes, separados por la
aparición de los Estados nacionales asociados a las monarquías absolutas de los
siglos XVI y XVII y el desarrollo de la aritmética política, en tanto que
herramienta cognitiva de tipo cuantitativo creada a su sombra. (4). Las
sucesivas fases por las que pasa la política de estos Estado (por ejemplo, del
mercantilismo a la fisiocracia) se va a traducir en actitudes diferentes hace
el recuento (por ejemplo, del interés casi exclusivo de los mercantilistas por
el recuento de la población al interés de fisiócratas por el recuento de los
bienes, especialmente los derivados de la tierra, con incluso un cierto desdén
hacia el primer tipo de recuento), hasta llegar a nuestros días, en los que el
funcionamiento de los estados va a requerir la masiva elaboración de toda la
variedad de recuentos y registros (ahora tanto de poblaciones como de bienes)
que hoy conocemos.
Valga
señalar aquí el cambio de orientación que se produce con respecto al recuento
de la población a partir del momento en el que los Estados empiezan a
interesarse por cada vez mayor número de aspectos relacionados con las
personas, y cómo este mayor interés ha de ir legitimándose progresivamente para
vencer la resistencia de la población a ser contada, al tiempo que se van
generando las condiciones técnicas para qué recuento sea posible (por ejemplo,
uniformización de pesos y de medidas, creación de unidades administrativas
estandarizadas, etc.). Justamente en este proceso de dotar de autoridad y de recursos
técnicos al recuento es en el que Quetelet tiene su gran relevancia. ¿Cómo?
Pues trabajando en las dos áreas que acabo de mencionar: la de producir la
legitimidad necesaria para que la actividad contable sea aceptada y la de
desarrollar herramientas estadísticas que faciliten y oriente del recuento.
Veamos cada una de ellas.
En
nuestras sociedades occidentales, de religiones monoteístas las actuaciones del
gobernante han de venir refrendadas por su adecuación a una Verdad que, dada
esta naturaleza religiosa de nuestras sociedades, se considera única e
indiscutible. Durante siglos, la iglesia fue la única institución capaz de
conocer la Verdad y, por ello, era necesario su concurso positivo para que las
actuaciones de los gobernantes fueron aceptadas por los gobernados del mejor
que peor grado. Con el devenir de los tiempos, el acceso a la Verdad, como digo
monopolizado por la Iglesia durante muchos siglos, fue a encontrar otro camino,
que es perseguido por las ciencias. A partir del siglo XVII, cuando el mundo se
empieza a definir como ininteligible y sujeto a leyes no sólo divinas, sino
también de la naturaleza, y se desarrolla el método (la ciencia) necesario para
lo que se supone que es su descubrimiento, no sólo será Verdad lo que digan las
Sagradas Escrituras, sino que también los llamados descubrimientos científicos
podrán llegar a adquirir esta condición. Por lo tanto, a partir de ese momento,
o bien la Iglesia o bien la ciencia (las dos instituciones productoras de una
Verdad que tiene la capacidad de hacernos libres) habrían de intervenir para
legitimar el recuento de la población (actividad en la que cada vez están más
interesados los gobernantes), de manera que dicho recuento fuera aceptado por
la población de relativo buen grado. Amparado por la ciencia (a partir del
momento en el que la estadística adquiere tal consideración, justamente con
Quetelet), el recuento ya no sólo tiene un fin administrativo como es el de
conocer los posibles soldados o contribuyentes de un reino, de dudosa aceptación,
tal como se ha dicho (véase nota 2), sino que además es un requisito del
conocimiento científico que, entre otras aplicaciones, puede ser utilizado para
la buena administración (gobierno) de los pueblos (5).
A
principios del siglo XIX, cuando Quetelet inicia su trabajo en estadística, la
ciencia estadística (básicamente el cálculo de probabilidades) y la
administración estadística (el recuento de la población a través de los censos)
estaban separadas, sin que ninguna de ellas pudiera beneficiarse de las
ventajas de la otra: la parte administrativa, de la autoridad que podía
proporcionarle la ciencia, y la parte científica, del poder de la
administración. Justamente si Quetelet va a pasar a la historia es por que
consiguió el acercamiento entre las dimensiones científica y administrativa de
la estadística, tanto en su persona como en la sociedad. Y para ello tuvo mucho
que ver la legitimidad que él mismo tenía para el empeño, tanto por su
contribución a la ciencia con su aplicación del cálculo de probabilidades a la
investigación social (su teoría del hombre en medio) como por su vinculación
con la administración belga. Quetelet participa en las reuniones de la
Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (que da cabida a científicos
muy importantes de la época, tales como Malthus y Babage) y organiza en
Bélgica, en 1853, el primer Congreso Internacional de Estadística (donde
participan los gobernantes de los países europeos, más los Estados Unidos).
Este será el primero de una serie de congresos en los que se empiezan a sentar
las bases de lo que pronto serían los censos periódicos que hoy en día
conocemos (6).
Resultado
de los impulsos administrativo y científico que Quetelet les dio a las
actividades de recuento, la estadística se iría desarrollando progresivamente
en el sentido en el que hoy en día la conocemos, contribuyendo no sólo a
generar información sobre los aspectos más variados de las personas, animales y
cosas, sino también a la donación de sentido a esta información mediante el
recurso a modelos estadísticos, de los cuales la media y la distribución
normal, aplicadas pioneramente por Quetelet a los fenómenos sociodemográficos,
serían los dos primeros (en el tercer apartado de este trabajo se explica este
aspecto modelizador de la obra de Quetelet).
SOCIEDAD, DIVINA
PROVIDENCIA
La
segunda de las aportaciones de Quetelet a la que me voy a referir en estas
páginas es la sustitución que hace de la sociedad por la Divina Providencia, a
la hora de buscar la explicación a las irregularidades que observa en el mundo
social. Desde el momento en que se empieza a contar a la gente, no pasa mucho
tiempo antes de que los contadores se den cuenta de que los fenómenos sociales
(más bien demográficos) manifiestan regularidades que es necesario explicar. El
propio Graunt, a quien he hecho alusión previamente, antecesor de la
estadística, observa en una época tan temprana como el siglo XVII la
regularidad con la que se producen anualmente fenómenos como los nacimientos y
las defunciones, el equilibrio de varones y hembras entre los recién nacidos
(que él atribuíria a la aprobación de la monogamia por la Divinidad) o el
número de suicidios. Otros autores verían igualmente las regularidades, por
ejemplo Arbuthnot y Susmilch -este último incluso haría uso de la ley de los
grandes números-, pero de ellos se diferenciaría Quetelet en la explicación que
encuentra a dichas regularidades. (7). Mientras que para autores como los
citados la explicación se encuentra en la Divina Providencia, que es la
responsable de que el mundo sea como es, dejando así pocas posibilidades a la
intervención humana en la gestión de los asuntos sociales, para Quetelet dichas
regularidades son el producto, precisamente, de la intervención de los hombres,
más en concreto de la sociedad, que es el concepto que él utiliza. Así, tras
constatar la regularidad con la que los delitos se repiten año tras año,
Quetelet argumentaría utilizando una explicación de tipo social y no
providencial, diciendo que «la sociedad lleva en ella los gérmenes de todos los
delitos que se van a cometer. De alguna manera es ella la que los prepara, y el
culpable no es sino el instrumento que los ejecuta. Todo estado social lleva
consigo un cierto número y un cierto orden de delitos que se producen como
consecuencia necesaria de su organización» (véase página 5 de la traducción).
En
la cita del párrafo anterior se puede ver lo que luego será «el pan nuestro de
cada día» de la sociología, que justamente alimentará la existencia autónoma de
esta disciplina, en competencia con otras que también muestran su preocupación
por el hombre: el recurso a la explicación social (no teológica, biológica,
psicológica, etcétera.) a la hora de tratar de dar sentido a este mundo,
utilizando la idea de sociedad como algo que es mucho más que la suma de
sus miembros y que, por ello, tiene una relativa autonomía sobre los mismos,
imponiéndose de una manera coercitiva sobre el conjunto de los individuos. Cada
uno de nosotros podemos tener o no tener hijos, cometer o no cometer un delito,
pero sin embargo cada año se mantienen más o menos constantes en número de
nacimientos y el de delitos cometidos; y la explicación de este hecho, que por
sí mismo parece negar la existencia del libre albedrío, no va hacer la
actuación de la Divina Providencia, sino la existencia de unas condiciones
sociales que no sólo se pueden estudiar mediante el recurso a las ciencias,
sino que también son susceptibles de ser modificadas por la intervención de los
hombres, a condición de que el conocimiento de la sociedad que va a sustentar
esta intervención este adjetivado como científico (8).
En
este sentido de buscar explicaciones sociales que no sólo posibiliten, sino que
además legitimasen las intervenciones sobre la sociedad para modificar su
influencia sobre los hombres, Quetelet desempeñaría un importantísimo papel.
Este tipo de reflexión (la sociedad y no la Divina Providencia, ni tampoco el
libre albedrío, como elementos explicativos de los social) sería muy importante
en la medida que abría el camino a las políticas reformistas, que ya se hacían
necesarias en occidente ante los problemas que se empezaban a plantear en el
sistema social por muy divino y natural que se pretendiera, derivados de la
industrialización y de las oposiciones política (nacimiento de los movimientos
sindicales) e ideológica (el marxismo) de la nueva clase obrera, cada vez más
alejada de la burguesía con la que había pretendido protagonizar el nuevo orden
social revolucionario. Y, tal como mostramos en el siguiente apartado, Quetelet
no sólo enuncia el principio de responsabilidad de la sociedad sobre el
comportamiento de los hombres, justificando desde ese momento su estudio
autónomo, sino que además reflexiona sobre la forma científica de estudiar las
leyes de esa sociedad, siguiendo el mismo método que tanto éxito estaba
teniendo en el estudio de la naturaleza, de manera que las observaciones
derivadas de dicho estudio apareciesen no como opiniones, sino como hechos
ciertos, aspectos ambos sobre los que, con posterioridad, Durkheim basaría
tanto el objeto como el método de la sociología (9).
ORDEN SOCIAL Y
MODELIZACIÓN ESTADÍSTICA.
Un
modelo siempre es una visión simplificada del mundo. Precisamente en su
simplicidad, a condición de que sea operativa para tratar con el objeto
deseado, radica el éxito de la modelización. Los modelos pueden ser de distinta
naturaleza. Por ejemplo, los tipos ideales de Weber serían un buen
modelo cualitativo que trata de dar cuenta de los fenómenos sociales,
eliminando, como si dijéramos, los accesorios para quedarse con lo esencial de
aquello que se trata de «tipoidealizar». Bastante antes de Weber, Quetelet tuvo
el mérito de haber pensado también en un modelo de explicación de lo social,
sólo que en su caso de naturaleza cuantitativa; su modelo, de una ambición suprema,
pretendía atrapar la variabilidad que se observa a primera vista, cuando se
mira un fenómeno sociodemográfico, en un par de fórmulas estadísticas. Este
modelo era el hombre medio, que, lo mismo que la idea del capitalismo de
Weber, que representaba a todos y a ninguno en concreto de los países
capitalistas, también trataba de dar cuenta de cómo es el conjunto de los
hombres, que aunque puede que ninguno tenga sus características (las del hombre
medio).
Fascinado
por la ley de los grandes números y por la curva de los errores desarrollada
por Gauss en el contexto de la astronomía, Quetelet comprende que más allá de
las singularidades individuales, imposibles de predecir, cuando se estudian las
características de un gran número de individuos, se puede comprobar que se
observan regularidades, éstas sí que predecibles. Por ejemplo, mientras que es
imposible saber la altura que alcanzará un individuo, es fácil predecir que no
sólo la altura media de un gran número de ellos (por ejemplo, los reclutas de
un reemplazo, que medirán más o menos lo mismo que los del año anterior), sino
además la proporción que habrá de cada una de las diferentes alturas en las que
podamos pensar (entre 1,80 y 1,85; más de 1,85; etc.). Esta observación, que a
nosotros nos puede parecer curiosa pero poco más, a un individuo del siglo XIX,
imbuido de una fe racionalista muy acusada, quizá como contrapartida necesaria
con la qué contrarrestar la irracionalidad que creía observar en el devenir del
nuevo orden social, es lógico que le hiciera abrigar la esperanza de que ese
caso particular, la de la altura, no era el único, sino que por detrás de todas
las características humanas, no solo socio demográficas sino también
«intelectuales y morales» había una tendencia hacia la construcción de hombres
medios, regulares, modelizados (explicados y, por lo tanto, susceptibles de ser
controlados) por estas herramientas estadísticas (la media de una distribución
normal.
Es
decir, si en el apartado anterior veíamos la utilización que hacían Quetelet de
la idea de sociedad como variable que sirve para explicar el comportamiento
humano, ahora vemos cómo añade a esta consideración el hecho de que la sociedad
no tiene una actuación caprichosa o indescifrable, sino que se ajusta a leyes
estadísticas (en su caso, la ley normal). ¿Y si en el ejemplo de la altura no
fuera único, y todos los fenómenos sociales se pudieran explicar mediante el
recurso a esa o a otras leyes estadísticas? Sencillamente, trabajando en la
dirección inaugurada por Quetelet estaríamos en condiciones de «descubrir» las
leyes que rigen la sociedad, equiparando así los descubrimientos de la
sociología (Comte inventaría ese nombre tres años después de que Quetelet
publicara la primera edición de su Physique sociale, y una parte de esta
disciplina haría suyo el objetivo de Quetelet) a los de las ciencias naturales,
objetivo perseguido por cualquier ciencia que se precie.
De
hecho, la fe de Quetelet ha seguido y sigue inspirando a muchos sociólogos y
demás investigadores de lo humano que, aunque pronto pensaron que explicar los
fenómenos sociales mediante el uso de la media y de la distribución normal era
demasiado simple, porque la variedad que quedaba afuera de la media, lejos de
ser despreciable (producto de causas accidentales), era justamente el tema a
explicar (caso de Galton y de Pearson), mantuvieron la idea de ofrecer visiones
simplificadas del mundo mediante la utilización de modelos estadísticos, dando
lugar a lo que hoy conocemos como modelos estadísticos de análisis de datos
(análisis de tablas de contingencia, comparación de medias, regresión,
etcétera.). De esta manera, todos, antiguos y modernos modelizadores
estadísticos, han coincidido en mantener la misma fe en la existencia de un
mundo ordenado e inteligible, preexistente a (inmodificable ante) la actuación
(presencia) del investigador, y que además puede ser conocido mediante el
recurso a modelos cuantitativos (puesto que dicho mundo está «escrito» en
lenguaje matemático), necesariamente cada vez más sofisticados tecnológicamente
a medida que quizá se comprueba que el objetivo se aleja de la técnica.
BREVE RESEÑA
BIOGRÁFICA DE QUETELET
Como
he indicado en la primera cita de este trabajo, tanto Landau y Lazarsfel como
Sarton han escrito sobre la vida y la obra de Quetelet. A dichos autores, de
los cuales yo saco parte de la información de esta reseña, remito para conocer
un poco acerca de este personaje. Quetelet nació en 1796 en la ciudad belga de
Gante. Tras la temprana muerte de su padre, a los 18 años tuvo que empezar a ganarse
la vida dando clases de matemáticas. Esta actividad, junto con la pintura,
serían el centro de sus ocupaciones en los primeros años de su vida. Fruto de
su interés por las matemáticas, en 1819 presentó su tesis doctoral sobre
geometría analítica; debido el éxito alcanzado con este trabajo, fue contratado
inmediatamente como profesor de matemáticas en el Ateneo de Bruselas.
Los
años siguientes de su vida estuvieron dedicados a publicar libros sobre
matemáticas y astronomía. En el primero de los campos, y tras una visita a
París, donde Quetelet estableció contacto con Poisson, Laplace y Fourier,
terminaría interesándose por el cálculo de probabilidades, conocimiento básico
para que pudiera desarrollar su trabajo sobre el hombre medio. La astronomía,
que es el otro campo de interés al que he hecho referencia, entiendo yo que
también tuvo una importancia especial en la obra de Quetelet. Primero, porque
fue la justificación para que fuera a París, con el fin de entablar contacto no
con los matemáticos mencionados, sino con los astrónomos relacionados con su
intento de establecer un observatorio astronómico en Bélgica. Y segundo, porque
inspiró/delimitó el tipo de trabajo estadístico -sociológico que llevó a cabo a
partir de 1823, a su vuelta de París: explicación de las regularidades sociales
en los mismos términos matemáticos/probabilísticos que utilizaba para explicar
las regularidades celestes.
Lo
mismo que un observatorio astronómico sirve para hacer el seguimiento de los
astros, un observatorio estadístico (por ejemplo, la Comission Centrale de
Statistique, organizada por Quetelet en Bélgica en 1841, y los sucesivos
Congresos Internacionales de Estadística celebrados bajo su iniciativa, desde
el primero, que tuvo lugar en Bruselas en 1853, hasta su muerte), digo que un
observatorio estadístico debería servir para ver la evolución de los fenómenos
sociales/demográficos. Y, además, las mismas regularidades observadas en los
fenómenos celestes también se deberían encontrar en los sociales a condición de
que se recurra a la utilización de las herramientas matemáticas propias del
primero de los campos.
Y
si, tal como explico, la fusión entre la astronomía y el cálculo de
probabilidades fue decisiva, en términos cognitivos, para determinar el
interés de Quetelet por los fenómenos sociodemográficos (y la forma de enfocar
su estudio), puede que en términos sociales también su interés por la
astronomía, unido al proceso revolucionario por el que pasó lo que ahora
llamamos Bélgica (independencia de los Países Bajos) y la influencia que tuvo
este proceso en su vida personal y profesional (el observatorio estuvo a punto
de naufragar y, con él, su principal ocupación), digo que estas influencias
sociopolíticas puede que también influyeran en la preocupación de Quetelet por el
orden social y el papel que este autor le atribuía a las ciencias, como
instrumento fundamental para su control (10).
Probablemente
debido a la influencia que Laplace, Poisson y Fourier tuvieron en Quetelet, a
su interés por la astronomía y a su preocupación por el orden, a partir de los
años 30 la obra de Quetelet terminaría orientándose hacia la estadística; y
fruto de esta triple circunstancia serían tanto las publicaciones de carácter
científico como el resto de las actividades profesionales/administrativas que
llevó a cabo hasta su muerte, acaecida en 1874.
SOBRE LA TRADUCCIÓN
La
traducción que presento pertenece el libro Physique sociale se ou Essai sur
le développement des l´homme, publicado por Quetelet en 1869 (Quetelet,
1869). Este libro era una versión escasamente modificada (apenas había cambios
de forma) de otro libro publicado en 1835 con el título de Sur l´homme et le
developpement de ses facultés, ou Essai de physique sociale (Quetelet,
1835). Durante este tiempo las ideas de Quetelet no cambiaron, y toda su
energía se concentró en los trabajos de divulgación estadística, en particular
en la organización y participación (presidencia) de los sucesivos Congresos
Internacionales de Estadística que tuvieron lugar entre 1853 y 1872.
Recientemente
(1997), coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de Quetelet (1796), la
Academie Royale de Bélgica ha hecho una reedición anotada de la edición de
1869, a cargo de Éric Vilquin y Jean-Paul Sanderson, de la que están sacadas en
las páginas que he traducido para esta presentación de la figura de Quetelet.
En la traducción he omitido las citas o comentarios añadidos por los sectores
de la obra.
PUBLICACIONES DE
QUETELET
(1826) [1834]:
Astronomie élémentaire, 3.ª ed. revisada y corregida, Bruselas: Tircher.
(1828): Instructions
populaires sur le calcul des probabilités, Bruselas: Tarlier.
(1831): Recherches
sur la loi de la croissance de l’homme, Bruselas: Hayez.
(1831): Recherches sur le penchant au crime aux differents âges, 2.ª
ed., Bruselas: Hayez.
(1832): «Sur la
possibilité de mesurer l’influence des causes qui modifient les éléments
sociaux.Lettre à M. de Villermé», Corresponance mathématique et publique, 8,
pp. 321-346.
(1835): Sur l’homme
et le developpement de ses facultés, ou Essai de physique social, París:
Bachelier.
(1846): Lettres à
S.A.R. le Duc Régnant de Saxe Cobourg et Gotha sur la théorie des probabilités
appliquée aux sciences morales et politiques, Bruselas: Hayez.
(1848): Du système
social et des lois qui le regisssent, París: Guillaumin.
(1869): Physique
sociale ou Essai sur le développement des facultés de l’homme, Bruselas: C.
Mucquardt, Libraire-Editeur.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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from the constant Regularity observ’d in the Birth of both Sexes», Phil.
Trans., 27, pp. 186-190. Reproducido
en Maurice Kendall y R. L. Plackett (eds.) (1977), Studies in the
History of Statistics and Probability, vol. II, Londres: Charles Griffin and
Company.
BRIAN, Eric (1994): La mesure de l’État. Administrateurs et géomètres au
XVIII siècle, París: Albin Michel.
DESROSIÈRES, Alain
(1993): La politique des grands nombres, París: La Decouverte.
— (1996): «Quetelet
et la sociologie quantitative: du piédestal à l’oubli», comunicación presentada
al coloquio organizado por la Académie Royal des Sciences, des Lettres et des
Beaux-
Arts de Bélgica para
conmemorar el bicentenario del nacimiento de Quetelet.
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de (1787): Censo español. Executado de orden del Rey, edición facsímil
publicada por el INE en 1986, Madrid: INE.
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de Charles Henry Hull (1964), The Economic Writings of Sir William Petty.
Together with the Observations upon the
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August M. Kelley Bookseller.
HECHT, J. (1987):
«L’idée de dénombrement jusqu’au la Révolution», en INSEE, Pour une histoire de
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Fernández.
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(1912): Estadística, Madrid: Librería de D. Victoriano Suárez (1.ª ed. de
1873).
QUETELET, Adolphe
(1835): Sur l’homme et le developpement de ses facultés, ou Essai de physique
sociale, París: Bachelier, Imprimeur-Libraire.
— (1869): Physique
sociale ou Essai sur le développement des facultés de l’homme , Bruselas: C.
Mucquardt, Libraire-Editeur. Reedición anotada de Éric Vilquin y Jean-Paul
Sanderson
(1997), Bruselas:
Academie Royale de Belgique.
SÁNCHEZ CARRIÓN, Juan
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y el hombre medio», Empírea, 3 (en prensa).
— (1999b):
«Reflexiones sociológicas sobre el recuento de la población (a partir del siglo
XVII)»,
(mimeografiado).
SARTON, George (1962): «Quetelet (1796-1874)», en Dorothy Stimson (ed.),
Sarton on the history of science, Cambridge, Mass: Harvard University Press.
TORRES AMAT, Félix
(1894): La Sagrada Biblia. Antiguo Testamento, Barcelona: Imprenta y Librería
de Subirana Hermanos.
SÜSSMILCH, Johann Peter (1741): Die gottliche Ordnung in den
Veränderungen des mens chlichen Geschlechts, aus der Geburt, dem Tode und der
Fortpflanzung desselben erwiesen, 3 vols., Berlín: Verlag der Buchhandlung der
Realschule.
REFERENCIAS
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Para ser más preciso, según Piernas Hurtado (1912, p. 78), en 1847, Juan B.
Trúpita tradujo 13 de las 45 cartas dirigidas por Quetelet al duque de
Sajonia-Coburgo y Gotha, publicadas un año antes con el título de Lettres
sur la théorie des probabilités appliqué aux sciences morales et politiques.
Ignoro si (dudo que) dicha traducción se encuentra todavía accesible. Respecto
a los trabajos sobre este autor, yo mismo he escrito un artículo titulado
«Sociología, orden social y modelización estadística: Quetelet y el hombre
medio», que aparecerá en el número 3 de la revista Empirea, editada por
la UNED, al que remito a aquellas personas interesadas en ampliar la
introducción hecha en este artículo. En castellano también se puede encontrar
una amplia reseña bio bibliográfica sobre Quetelet hecha por Landau y Lazarsfel
para la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales (A.C.,
1976). Remito a esta y al trabajo de Sarton (1962) a quienes estén interesados
en conocer sobre la vida y la obra de Quetelet. Lazarsfel escribió un capítulo
para un libro dedicado al proceso de la cuantificación en las ciencias,
dedicado a mostrar este proceso en el ámbito de la sociología, y en el cual,
según su opinión, nuestro toro tuvo un papel fundamental. Se trata de un
clásico sobre Quetelet que es interesante consultar (Lazarsfel, 1961). De las
cosas que yo conozco escrita sobre Quetelet, las páginas más interesantes se
encuentran en los trabajos de Desrosières (1993, 1996).
2.
De lo primero (problema de la legitimidad) es buena muestra el castigo que,
según el Antiguo Testamento (presentación al Cap. XXIV del Libro Segundo de los
Reyes; Torres Amat, 1894), Dios impuso a David por el pecado de orgullo
cometido al contar a su pueblo sin su permiso-todavía en la Edad Media, tanto
San Agustín como San Ambrosio justificarían esta condena, manteniendo así la
legitimidad de los recuentos sólo en el caso de que fuera Dios quien los
ordenase (véase Hecht, 1987,p. 24)-. De lo segundo (problema de las cargas),
sirva también de ejemplo ilustrativo la referencia que hace Floridablanca, en
el preámbulo del que pasa por ser el primer censo moderno español (1787), al
miedo que tenía la población a ser contada, por la posible utilización de esta
información con fines militares y fiscales: «... pero también sabe S.M. que
temerosos los pueblos de las Quintas, ó aumentos de contribuciones, ocultan las
noticias y disminuyen el número, sobre todo en tiempo de guerra, con descrédito
del Estado» (Floridablanca, 1787, Advertencia)
3.
El primer registro civil se implementó en Francia en 1792, seguido por el
inglés de 1837; en España hubo que esperar hasta 1841, cuando un decreto real
mandó establecer el registro civil en capitales, cabezas de partido y pueblos
de más de 500 vecinos. Muestra de la dependencia que se tuvo en la Iglesia
hasta el siglo XIX a la hora de proceder al recuento de la población es el caso
de Graunt, aritmético político al que, junto con Petty, se considera como
antecesor de los estadísticos actuales, cuya obra (Observations upon the
Bills of Mortality) se realizó sobre la base de las Bills of Mortality,
que eran unos registros sobre la mortalidad (con sus causas) y los bautizos
elaborados por las parroquias de Londres (Graunt, 1661).
4.
Véase mi trabajo «reflexiones sociológicas sobre el recuento de la población (a
partir del siglo XVII)», y mimeografiado y pendiente de publicación.
5.
Tomando el caso francés, Eric Brian ha escrito un libro muy documentado en el
que se muestra la forma como se produjo en el siglo XVIII la unión entre
administradores y científicos (geómetras), para hacer del recuento de la
población una actividad ilegítima tanto desde un punto de vista científico como
político (A.C., 1994).
6.
Quetelet mismo explica su participación en estos hechos en el apartado cuarto
de las páginas aquí traducidas (4. Extensión de los trabajos estadísticos).
En Gimeno Agius (1882, pp. 132-134) se puede ver una relación de las materias
tratadas en estos congresos internacionales de estadística, cuya lectura nos
puede dar una idea de cuáles eran las preocupaciones de aquellas gentes y cuál
fue su contribución a lo que ahora es la estadística. La siguiente relación
muestra las materias abordadas en el primero de los Congresos, el celebrado en
Bruselas en 1853: Organización de la estadística; Territorio y física general;
Población; Propiedad territorial que, Agricultura y ganadería; Minas y oficinas
de beneficio; Industria; Clases obreras, precios, salarios e instituciones de
previsión; Monedas, pesos y medidas; Comercio; Comercio Exterior; Transporte y
navegación; Beneficencia pública; Instrucción pública; Administración de
justicia, y Estadística de las grandes ciudades.
7.
Los títulos de las dos obras principales de Arbuthnott y Süssmilch dejan bien
claro cuál es su explicación de los fenómenos que estudian, y la diferencia que
existe con la explicación que dará Quetelet a estos mismos fenómenos. El
primero tiene un artículo, titulado «An argument for the Divine Providence,
taken from the constant Regularity observ´d in the Birth of both Sexes» («un
argumento a favor de la Divina Providencia, tomado de la regularidad constante
observada en el nacimiento de ambos sexos»), en el que se explica la
regularidad que se produce en el número de nacimientos de varones y de hembras,
como una de las innumerables huellas de la Divina Providencia, que «garantiza
que las Especies nunca falten ni perezcan, puesto que cada Macho puede tener su
Hembra, y de una edad proporcional. Esta igualdad de Machos y de Hembras no es
producto del Azar, sino de la Divina Providencia trabajando para un buen fin,
que a continuación de muestro...» (Arbuthnott, 1710, p. 186). La principal obra
de Süssmilch, dedicada a desarrollar una teoría de la población, se titula Die
gottliche Ordnung in den Veränderungen des mens chlichen Geschlechts, aus der
Geburt, den Tode und der Fortpflanzung desselben erwiesen, 3 vols. En este
caso también la Divina Providencia aparece justificando las regularidades
observadas, sólo que ahora referidas al incremento regular de la población,
algo que Süssmilch encuentra como muy positivo en el contexto de un pensamiento
mercantilista que ve en el tamaño de la población un factor fundamental para
evaluar tanto la riqueza como el poder militar de un país (Süssmilch 1741).,
8.
Quetelet va a dejar bien claro algo que desde entonces está presente en nuestra
sociedad: la fusión entre ciencia (según nuestro autor, «la más noble facultad
que [la Divinidad] haya puesto en nosotros [los hombres]) e intervención
social, en la medida que sólo los científicos van a estar capacitados para
modificar las condiciones sociales (indirectamente, a partir del conocimiento
que proporcionan a los gobernantes), al ser los únicos que están capacitados
para conocer las leyes sobre las que se sustenta el orden social. De esta
manera, Quetelet se desmarca de una época anterior, presidida por la Divina
Providencia, en la que ciencia y teología quedaban confundidas (por ejemplo,
Süssmilch, era teórico de la población al que hemos aludido previamente, el
teólogo), limitando la capacidad de intervención humana sobre el mundo a partir
de este momento, Dios no va a desaparecer pero va a empezar a mostrarse ante
los individuos por medios alternativos: el religioso (vía revelación e
interpretación de los textos sagrados) y el laico (vía descubrimiento de las
leyes, tanto de la naturaleza como de la sociedad, con las que ha hecho este
mundo). El primer camino sea el que sigan los teólogos, y el segundo el que
adopten los científicos, repartiéndose el espacio de la Verdad.
9.
Existe una doble influencia de Quetelet sobre Durkheim, en cuanto a que el
primero no sólo eleva la sociedad a categoría explicativa de naturaleza supra
individual, argumento central de la definición del objeto sociológico para
Durkheim, sino que, además, propone su estudio de manera científica (uso del
cálculo de probabilidades) con el fin de obtener hechos sociales que por el
método utilizado en su construcción, queden elevados a la categoría de
naturales. En Desrosières (1993, PP. 21-28) se puede ver una explicación de la
relación que se establece entre Quetelet y Durkheim, al respecto de la
utilización que el segundo hace de la idea queteletiana de hombre medio y su
relación con la existencia de tipos colectivos, y de cómo esta relación fue
cambiando a medida que avanzaba la obra de Durkheim (de La división del
trabajo social, de 1893, a El suicidio, de 1897)
10.
Muestra de la preocupación de Quetelet por el orden es que de las tres
funciones que le atribuía a la ciencia, precisamente la tercera consiste en
contestar la pregunta: «¿las fuerzas del hombre pueden comprometer la
estabilidad social?» (Quetelet, 1869, p. 47).
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