Rev. Ped. Elec. [En línea] 2006,
volumen 3, número 2. ISSN 0718-0918
Revista Pediatría Electrónica.
Universidad De Chile. Facultad de
Medicina.
Departamento de Pediatría y Cirugía
Infantil.
Servicio Salud Metropolitano Norte.
Hospital Clínico de Niños Roberto del
Río.
MEDICINA BASADA EN EVIDENCIAS
"Epidemiología
Clínica y Evidencias".
Dr.
Patricio Herrera L.
Departamento
de Pediatría y Cirugía Infantil, Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
Unidad
de Monitoreo Clínico Epidemiológico, hospital de niños Dr. Roberto del río.
Si
algo desafortunado ocurrido con la irrupción "desde lo alto" de la
"Medicina Basada en Evidencias" (MBE), a veces "basada en la
evidencia", es que se haya traducido al castellano-literalmente y con muy
poca propiedad-el término en inglés. Parece ser esta incorporación literal de
términos extranjeros, preferentemente anglosajones, con frecuencia equivocada y
hasta sin sentido, una debilidad de nuestra cultura actual en variados ámbitos.
No siempre es posible lograr una traducción que traslade intacto el concepto
que encierra un término o giro idiomático de un lenguaje a otro. Y ello
conlleva el riesgo de acomodar nuestra concepción del asunto a la traducción
errónea, en vez de sacar provecho de la oportunidad que el concepto realmente
ofrece. En otras palabras, una discusión estéril del mero término
"evidencia" impide apreciar el tema de fondo y su enorme importancia.
Por
otro lado, la difusión imperfecta de lo que es sólo uno de muchos aspectos
supeditado a otra disciplina-la Epidemiología Clínica (EC), una ciencia básica
para la práctica clínica (1)- sumada a la traducción deficiente han venido a
ser, en nuestro medio, algo como intentar construir la techumbre sin haber
construido ni cimientos ni muros. No intentaré que una traducción del término
MBE sino, más bien, me referiré aspectos centrales del concepto que encierra
aquel en el ámbito anglosajón, de una manera que no despierte el bloqueo
intelectual que, clara y comprensiblemente, explota ante la dureza hermética de
lo que aparenta ser una pretensión de la existencia de "pruebas
incontrastables o definitiva" de algo, en este caso, en casi todos los
aspectos de la medicina clínica.
Como
comentaremos más adelante, hubiese sido quizás menos traumático haber hablado
de "Medicina Clínica basada en lo evidente", en el sentido de estar
basada en aquello que inequívocamente es perceptible y comprensible ¹, del
conjunto de todo aquello que aparece en lo que llamamos "literatura
médica", término al que debemos agregar "clínica".
Tal
vez esclarezca el significado del enunciado "llevar a cabo la Medicina
Clínica sustentando su ejercicio en evidencias", y reflexionar sobre lo
opuesto: "llevar a cabo la Medicina Clínica sin sustentar este ejercicio
en evidencias". ¿Qué implica "sin sustentar su ejercicio en
evidencias"?. Antes de la aparición de la MBE, la respuesta sería fácil:
se referiría a la práctica de la Medicina Clínica en base a supercherías,
consejas y pensamiento mágico, todo esto-muchas veces-de una manera aceptada con
entusiasmo por un segmento importante de la población, fenómeno que va más allá
de la clasificación vigente de los grupos socioeconómicos, para perderse en los
rasgos antropológicos-como los entiende don Pedro Laín Entralgo en su poco
conocido discurso "Una Antropología Médica" ²-que moldean el sentir
-y a veces el pensar-de toda la humanidad occidental.
Hay,
sin embargo, otro modo de entender el asunto. Si aceptamos el concepto de
"paradigma"-por extensión-como todo lo aceptado como
válido-transitoriamente, si se trata de lo entendemos como científico-sobre
cierto tema del ámbito de la Medicina Clínica (y sobre cualquier otro, pero
aquí nos interesa lo clínico), entenderemos como "evidencia" aquello
que está legítima o válidamente asociado a tal paradigma en particular y,
esencialmente, lo modifica válidamente. Este contexto-el del paradigma-debe
tenerse en cuenta al interpretar el término "evidencia". ¿Es
"evidencia" de septicemia el aislamiento de Staphylococcus
coagulasa negativo de la sangre de un paciente dado? El aislamiento puede (o
no) ser una "prueba" de que tal agente estuvo en la sangre del
paciente, pero también pudo ser contaminación, con lo que deja de ser prueba de
aquello cuya constatación hacemos depender del hemocultivo positivo (enfermedad
por tal agente). Todo buen clínico sabe que, aún con signos de enfermedad
(fiebre), un aislamiento como el descrito es una evidencia, pero no
"prueba" nada de trascendencia, si no se da cierto contexto al cual
contribuye, decididamente, el paciente en particular.
Probablemente
el término "evidencia", entendido como "prueba o argumento
irrefutable", sea excesivo. No siempre, ni todos los médicos, han ejercido
su profesión ajenos a toda evidencia, aunque las "evidencias" han
estado presente desde muy antiguo en la historia de la medicina. Tal vez existe
una sucesión de hipótesis plausibles que sólo empezó a ponerse a prueba de
cierta manera-la probabilística cuantitativa-sólo recientemente. Pero
determinada respuesta a una hipótesis por plausible que sea -o parezca- no es
necesariamente válida. Y la "validez" es un concepto que implica-en
ciencias, al menos-un grado de aproximación a la verdad.
Entenderemos, entonces,
para hacer posible este ensayo, que la medicina de que hablamos es la que está
basada en las Ciencias de la salud ortodoxas, occidentales, con todo lo que
ello implica de científico (aunque, inclusive en medicina clínica, haya
extensas áreas de práctica en que no hay respaldo científico como lo entendemos
hoy). Conviene, además, hacer ver que lo que llega el clínico proviene de
procesos bien demarcados y frecuentemente bastante diferentes: a) el mundo los
investigadores en epidemiología y clínica, b) el del proceso editorial, c) el
de las bibliotecas, d) el de los difusores, e) el de los repetidores e
improvisadores, y finalmente f) la lectura de producto por parte del clínico,
personaje generalmente alejados de los anteriores y muy atareado.
Parece
exigible, como parte de su cultura profesional, que el médico tenga noticia de
lo anterior y sea capaz de sortear verdaderas "trampas" editoriales
(intelectuales), así como poseer algunas nociones que le permitan evitar ser
sólo "una hoja en la tormenta" representada por el flujo irrestricto
de datos relacionados con la práctica clínica.
Es
propósito de este ensayo aportar alguna información con el fin de contribuir a
disipar malentendidos que pudieran malograr el aprovechamiento de las
oportunidades que nos ofrece en términos de transferencia de tecnología
(aunque, a nuestro juicio, va un poco más allá de sólo eso).
En
el contexto esbozado, el sentido de la MBE no podría ser ni dogmático ni
inapelable, por varias razones que trataremos de resumir aquí y sobre todo porque,
en medicina, el trabajo es un todo multidimensional que puede desarrollarse en
diversos planos, y no podemos abordarlos todos simultáneamente ni es nuestra
pretensión hacerlo.
Una
primera aproximación a la naturaleza del trabajo médico es el enfrentamiento
con su más difícil rasgo: estar ineludiblemente basando su trabajo en
probabilidades y no en certezas; en otros términos, en un marco mayor o menor
de incertidumbre. Ello significa que nuestros diagnósticos, tratamientos,
pronósticos, actos o recomendaciones preventivas, etcétera., correspondan a
decisiones a cargo del médico clínico o de ejecutivos de salud, que consisten
-nos plazca o no- en conjeturas, con grados variables de probabilidad de ser
válidas (o erróneas), para ajustar las cuales la ciencia -por un lado- y la
técnica -por otro- han hecho y hacen esfuerzos ingentes y permanentes buscando
que las decisiones que finalmente tomemos en cada uno de estos pasos sean, en
función del paciente o población, lo mejor posible para estos últimos. Ello
implica la emergencia del progreso permanente expresado públicamente, por
escrito. El ser conscientes de lo precario de nuestra situación como médicos
clínicos y del progreso mencionado es lo que nos exige "mantenernos al
día".
Es
más. A poco andar los primeros programas formales de EC, se identificó el
segundo desafío para el clínico moderno y que constituye uno de los más grandes
problemas para la mejor práctica de la medicina: a) la cantidad inmensa de
información y, por consiguiente, una mayor carga para el clínico y b), la gran
variedad de grados de validez entera en el mundo de lo que llamaremos, en
resumen, "publicaciones". A ello se agrega, ahora, un enorme volumen
de estas volcadas en un todo que incluye hasta la más burda y peligrosa de las
majaderías: en Internet. El reconocimiento de este complejo fenómeno llamó a
revisar el modo de "mantenerse al día", que consistió -durante largo
tiempo- en leer publicaciones periódicas consistentes en resúmenes y síntesis
incompletas, mayormente subjetivas, elaboradas por terceros, a veces a cargo de
figuras de prestigio en el ámbito clínico o, simplemente, leer resúmenes y
conclusiones que aceptamos como válidas en virtud de -esquemáticamente- tres
factores determinados por nuestra fuerte dependencia cultural: el idioma (en
particular, el inglés), la revista (su título y lo que esto implica) ³ y el
prestigio real o imaginario del autor del artículo. Algunos ejemplos de esta
fase de nuestra cultura han sido las colecciones "Year Book", las
diversas "Clínicas de Norteamérica", "Letters",
"Current Opinions", etc. Para enfrentar este desafío se necesitó
familiarizarse con disciplinas que tampoco efecto despiertan en nuestro medio
(y muchos otros) como son la bioestadística y la metodología de la
investigación clínica ("los doctores detestan las matemáticas").
Ambas en constante desarrollo, para mayor desazón de quienes nos hemos ido
quedando atrás en esos aspectos.
Algo
de los cambios de mayor importancia-y atractivo por el clínico, porque
contribuyen a la aplicabilidad de las propuestas que aparecen en la literatura
médica-lo constituyen dos hechos destacables. El primero, es que la
bioestadística necesaria para abordar en propiedad el análisis de la
información médica clínica se ha reducido considerablemente y no exige ya el
estudio de programas agobiantes y extensos desarrollados generalmente, por
estadísticos no clínicos o, simplemente, por médicos que hacen de la
estadística una ciencia sólo para iniciados y la alejan de la clínica. El
segundo es el desplazamiento del énfasis desde "el valor de p"
-índice de significación estadística- a las medidas de asociación y sus
derivados, así como la dispersión, -más cercanos a la llamada significación
clínica- que no sólo permiten acercar los resultados de los estudios a la
mentalidad que el clínico y su necesidad de aplicarlos a su paciente, sino
lograr bastante más que quedar meramente "ilustrado" sobre
"avances" en determinado tema.
Examinemos más de cerca las ideas contenidas en los párrafos
precedentes.
El
carácter de inciertos de los modos y arias de nuestro quehacer clínico
pareciera no merecer dudas: al margen del marco de probabilidades en que se
dan, se agrega la incertidumbre de la propiedad con que lo estamos aplicando,
si tenemos en cuenta el cambiante movimiento de la "verdad vigente"
determinado por el avance científico. El clínico "infalible" es un
mito que, como muchos otros, pudo haber tenido existencia real en otro tiempo y
en otro contexto: recordemos los grandes clínicos chilenos de la primera mitad del
siglo pasado. Es interesante constatar que las habilidades-diagnósticas sobre
todo-a veces increíbles de tales figuras de la Medicina Clínica chilena fueron
producto de un cuerpo de conocimiento, experiencia y destrezas innatas, que no
fueron transmitidas a seguidores; a lo más los reemplazaron opacos imitadores
de aquellos maestros. Eran otros tiempos, una de cuyas características podría
ser la ausencia de una disciplina estructurada que permitiera sistematizar esas
virtudes para llevar la "magia" aparente al juicio clínico
transferible a terceros (es decir, a discípulos, estudiantes de medicina, de
posgrado, etcétera.).
En
cuanto al componente más exquisito - y engañoso-contenido en el actuar de los
Maestros, la experiencia, tampoco pudieron ellos traducirla a un cuerpo de
conocimiento transferible. Es, en suma, muy probable que los Maestros no
tuviesen muy claro el porqué de sus sobresalientes habilidades, si bien todos
predicaron el estudio del ejercicio disciplinado de la Medicina, asunto que
junto con revelar modestia, demostró otras virtudes como la prudencia. A sus
sabias recomendaciones hay que agregar, hoy en día, los elementos de avance de
lo que podríamos llamar "inteligencia clínica".
Echemos
una mirada al segundo párrafo, el que se refiere al procesamiento de la
información médica clínica, La "Literatura Médica", en la jerga del
tema en cuestión.
Recordemos
que es propio del conocimiento científico el ser perfectible (2), lo cual nos
condena a otra carga intolerable: ya que los paradigmas cambian al que
"estar al día", no sólo por razones académicas, de prestigio u otras
posibles, sino por razones éticas. Mucho antes de la EC moderna, era para el
médico indispensable observar, medir, contar, lo que sólo algunos destacados
médicos hicieron en forma sistemática, dejando hitos históricos en el pasado
lejano (3). En el siglo recién pasado, las nociones de estadística aplicadas a
la Medicina (Bioestadística), proporcionaron herramientas que -sin duda alguna-
han acelerado el progreso y respaldo al médico ante la incertidumbre que le
plantea el mundo de las probabilidades. Esto último podría ser tratado en un
contexto técnico aséptico, matemático, si no fuese porque la complejidad de lo
probabilístico o bioestadístico se nos presenta en (uno o una comunidad de)
seres humanos, por lo cual es difícil responder éticamente a las disyuntivas de
la práctica médica sin reconocer la dimensión probabilística (1,4,5), por otro
lado, o restringir la sólo a ella, por otro. En el primer caso estaríamos ante
un peligroso y egocéntrico-frecuentemente popular y económicamente
exitoso-curandero. En el segundo, podría tratarse sólo de un bioestadístico-un
matemático -y no un médico clínico.
Aunque existió transferencia
educacional con noticias de los cambios a que hemos hecho mención, desde los
países anglosajones (Estados Unidos, Canadá, Australia) a algunos países de
América Latina, en términos de formación en programas de EC, el enorme esfuerzo
que ello significó el personal y en lo institucional no prendió en los
programas de educación médica y menos en la práctica de la Medicina, por lo que
esta ciencia -que sí lo es- no ha constituido parte clara, intencionalmente
definida, del núcleo fundamental en la educación del médico, especialmente el
clínico (y si lo ha sido, no se percibe en el bagaje de los estudiantes
aspirantes, por ejemplo, de postíbulo). Por ello, quizás, la llegada de la MBE
despierta resistencias y críticas que parecen ignorar en qué está basada la
disciplina misma. Si la EC implica programas intensos de dos años o más en la
mayoría de las universidades de habla inglesa, la "Evidence Based
Medicine" pareciera poder alcanzarse en cursos de plazo mucho más
corto, falacia tras la cual se ignora u omite que se requiere -o se presupone
que ya existe- el conocimiento y destrezas básicas en EC como las que
mencionamos a continuación.
Las
complejidades y riesgos de error y controversia sobre el concepto de
"normalidad", de mediciones clínicas, del error potencial de éstas en
los planos intra e interobservador (todo lo cual es familiar para un buen
clínico), de la sistemática de la decisión clínica, de lo que genéricamente se
llama "exposición", de las exigencias en el reclutamiento de pacientes,
etc., son abordadas por la EC. Y -tal vez- más importante aún, las bases del
abordaje en profundidad de las fuentes de error por azar y por error
sistemático que puedan afectar a las anteriores.
En
ciencia no hay dogmas. Si los hubiera, no estaríamos hablando de ciencia. No
hay recetas para hacer las cosas bien (en investigación clínica, por ejemplo),
pero sí hay un catálogo de falacias y los mecanismos que las determinan. El
conjunto de capítulos de ese catálogo sobre las falacias, sus mecanismos y los
modos de evitarlos, se llama "Lectura Sistemática (Crítica) de Lectura
Clínica", que requiere más que un cursillo, como los ha habido de horas,
dos días o seis fines de semana, pues se requiere bases que sólo da la EC, para
juzgar lo que es evidente (cuando está presente): los métodos y los
resultados. Las conclusiones de los autores no necesariamente son una
evidencia sino simples opiniones y con frecuencia sufren sesgos más o menos
serios con posibles efectos a veces desbastadores para los pacientes. Nadie podría
pretender, en una disciplina científica, "evidencias probatorias
finales" en medicina clínica. La más superficial mirada la historia de lo
que nos ha tocado vivir lo demuestra. A lo más, conclusiones más o menos
cercanas a lo válido-y que, de paso, permite su aplicación-, entendiendo por
ello lo que puede tener mayor cercanía a tal idea. Nótese que el grado
de cercanía puede ser atribuido de un resultado. Esto es así porque lo
verdadero no es, teóricamente, inalcanzable. La validez (o grado de
validez) puede entenderse, entonces, como la medida en la que cierto resultado
o conclusión se acerca a lo verdadero. Lo que sí existe es un gran caudal de
material no aceptable que puede presentarse como fuente de apoyo para las
decisiones del clínico. No obstante existir tal catálogo (difícil de reunir en
un solo volumen), hasta en reputadas revistas llamadas "de impacto",
incluidas las más conspicuas en inglés, suelen encontrarse ejemplos extremos de
invalidez (6,7).
Llegaron,
para popularizarse-en los últimos cinco años, más o menos-, los textos de
diverso origen sobre MBE, ejemplificando por la síntesis de D. Sackett et al
(8), cuyo objetivo - en síntesis-es "buscar lo que menos daño leal al
paciente" (o población), sin advertir-en su contenido-la ausencia que
puede haber en sus lectores de todo lo comentado en los párrafos anteriores
sobre la EC, por lo que el autor no logra evitar el riesgo cierto de elegir una
proposición diagnóstica o terapéutica, por ejemplo, que puede acarrear más daño
que beneficio los pacientes4 o interpretaciones erróneas de los
términos y los conceptos asociados, simplemente por mala interpretación de los
contenidos del texto.
Nada
de esto debería sorprender al clínico dedicado, observador y bien informado. Al
fin al cabo, el teorema de Bayes (¡Dios Santo, donde vino a meterse la
estadística!) No hace sino de escribir y hacer funcional el mecanismo lógico
que usa el buen clínico-aunque fue desarrollado con otros fines, en otro
campo-(9) para ajustar su predicción diagnóstica-principalmente-y también sus
otras predicciones, como es en terapia, pronóstico, etcétera.
Con
toda esta muy resumida información a la vista, queda un asunto críticamente
importante, por ser causa constante de errores no sólo en aspectos del tema que
nos preocupa en las esferas de la práctica clínica, sino en el ámbito-del todo
diferente-de la investigación clínica. No mencionaremos porque tener
estos conceptos en cuenta resulta una condición indispensable para lograr un
acuerdo respecto a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de la MBE. A) la
hipótesis del clínico ante su paciente difiere sustancialmente de la hipótesis
del investigador clínico ante su intención de modificar un paradigma, así como
B), en los conceptos relacionados con el control del azar, el nivel de error
tipo I (y tipo II), con valores convencionales peligrosamente equívocos en su
aspecto 0,05 uni o bilateral, no son sinónimo del valor de p≤0,05 resultante de
aplicar (con hipótesis operacional o sin ella) pruebas de significación
estadística. Es importante hacer notar que la elección de estos guarismos es,
en principio, absolutamente ad libitum
y convencional. El que se repitan una y otra vez depende de consensos casi
universales o, con frecuencia, por simple imitación. En todo caso, no pueden
ser interpretados como una "hoja de guillotina" que separa lo
verdadero de lo falso. Sin embargo, en cada caso, el investigador serio y consciente
de lo que está haciendo, elegirá -con antelación al desarrollo de su estudio-
un cierto valor crítico razonable para enfrentar las incertidumbres -obligadas-
de su propuesta hipotética y, con ello, él se obliga a respetar tal límite. De
no hacerlo, pueden suponerse debilidades en el planteamiento de su hipótesis o
en temperamento o decisión sobre los resultados lógicamente esperados.
Para
hacer más compleja la situación de nuestra cultura médica, la existencia de
técnicas universalmente aceptadas para analizar el producto de la investigación
clínica ha llevado, por razones comprensibles (la razón material: necesidad de
examinar versus tiempo y recursos disponibles para ello), a la concentración
del esfuerzo de recopilar y sintetizar información, luego de un escrutinio
jerárquico en función de los referentes de validez, a cargo de grupos
institucionales, de los cuales el más socorrido es la "Chocrane
Collaboration" y su Biblioteca. Para quien hace clínica y observa el
desarrollo de su área, el panorama pareciera no haber cambiado mucho: fue
lector de resúmenes hechos por otros (a los que "hay que creerles"
por las razones de supeditación anotadas más arriba) está en riesgo de caer -o
ya cayó- en una situación semejante: ser lector de "Clinical Reviews"
de, por ejemplo, la "Cochrane Library", ahora con la insoportable
connotación de "última palabra" que se les da a estas publicaciones,
porque "están basadas en evidencias".
La
experiencia en países donde la MBE debiera considerarse ya parte de la práctica
clínica, -Gran Bretaña (10) indica que los conceptos de la MBE (tal vez por
carencia de formación en EC o, simplemente, falta de tiempo) no les son
familiares a los Médicos Generales ("GP") lo cual permite suponer que
la práctica no está guiada- en la situación del médico y su paciente específico
-por la MBE. Y es comprensible, pero hoy día no es concebible desconocer este
cuerpo de conocimiento, a riesgo de incurrir en serias infracciones éticas
(11), hecho que por lo demás está siendo reconocido por las más importantes
instituciones internacionales y nacionales relacionadas con Salud.
¿Cual
sería el punto de equilibrio en esta situación? Por un lado, debería existir un
grupo realmente capacitado, autónomo, local, ojalá con la intervención de
Facultades de Medicina, que se centrara en una función -más que análoga-
complementaria de las instituciones como la "Cocrane Collaboration".
Por otro lado, los clínicos deberían sentir la necesidad de adquirir -ya desde
la Escuela de Medicina- destrezas que le permitieran comprender este panorama y
escapar -con solvencia profesional- a la dictadura impuesta por los "expertos
en Medicina Basada en Evidencias", sean éstos extranjeros o locales,
privados o públicos.
Las
razones para afirmar lo anterior-y se comprenden con mayor luminosidad en el
marco de la EC-son las siguientes: a) no hay Medicina Basada en Evidencias si
el proceso no arranca de los mejores e indispensables instrumentos que
conocemos como evidencias: la anamensis y el examen físico, de cuya exactitud y
precisión depende la calidad de la hipótesis clínica que precede al uso de los
recursos convencionales que aborda la MBE (1) (los cuales determinan, en la
práctica, que cada paciente constituya una compleja y particular situación)
logrados de la relación médico-paciente. b) El paciente individual, el que el
clínico tiene en frente -muy probablemente- no representa la población
comúnmente utilizada en investigación clínica; en el mejor de los casos, los
resultados de ésta deben ser "corregidos" por el clínico según
características propias del paciente en cuestión (1, 3,5), para lo cual debe
conocer las técnicas que proporciona la EC.
Hay
otras razones para proponer la necesidad de las destrezas por parte del clínico
y los comités de Bioética, además de lo relacionado con la investigación
clínica: la disponibilidad de "Reviews", "Agreements",
"Guidelines", etc. (y no de literatura primaria), pone este material
al alcance de personajes (instituciones o personas) no médicos o no clínicos
que, usando estas "normas" (llamadas "guías"), hacen cierto
el riesgo de convertir al médico en un ejecutor de actos administrativos lo
que, ciertamente, no amerita siete años de universidad y tres o más para poder
ejercer progresando al compás de su vocación profesional y las opciones
cambiantes y exigentes de los pacientes.
Puede
alegarse que las "guías" institucionales protegerían al médico en
casos de conflictos llevados a la justicia. Este argumento, de mucho peso en
los hechos, es pobre desde el punto de vista de lo que es la realidad
médico-paciente. Pero debiera avizorarse que, en una sociedad más evolucionada,
la solución de este tipo de discrepancias (excluyendo las acciones u omisiones
obviamente no derivadas de la certidumbre de que hablamos antes, sino errores
inexcusables) debería resolverse utilizando la lógica y las herramientas de la
EC y la MBE, más que "guías" cuya expectativa de vida es -salvo
excepciones- por razones obvias, muy corta.
Finalmente,
hemos oído criticar a la MBE por ser poco "antropológica" e,
inclusive, poco "humanista". Esas críticas bien merecidas por
cualquier instrumento de los que usa el médico, son más aplicables al médico
mismo, siga o no los dictados de la MBE, ya que esta última no es sino un
método al servicio de los pacientes en manos -por decirlo de alguna manera- del
médico. Más aún, el método de la MBE aplicado correctamente al trabajo clínico,
permite traer a la realidad lo que de otro modo puede no ser sino una suerte de
retórica arribista: la mención de lo antropológico y humanista. Las
probabilidades "pre-prueba" -en el proceso diagnóstico-,
"pre-terapia" o "basales" en la fase de elegir el
tratamiento, sus dosis duración, la incorporación -a la construcción de la
decisión- a cargo del paciente, etc. (todo esto contenido principalmente en la
anamnesis y luego en el examen físico, como se dijo en un párrafo más arriba),
deben incorporar, justamente, el perfil de cada paciente a todos los juicios
clínicos previos a las decisiones clínicas, porque son aspectos que pueden
influir críticamente en el éxito o fracaso del esfuerzo médico en función del
interés de ese paciente, si lo que se intenta es la práctica en el marco de la
MBE.
No
todo ha de ser MBE ni esta puede concebirse fuera del marco multidimensional de
la interacción entre el médico y su paciente: por lo menos la "medicina
basada en la evidencia" como se está concibiendo, sin haber profundizado
en sus bases, sus métodos, sus recursos y -por tanto- su trascendencia. Es más,
si alguna vez llegamos al hipotético extremo de lograr sus improbables metas
-actualización dinámica, total y permanente- sabremos que ella durará muy poco
por definición. El problema es, al parecer, inverso: existiendo el cuerpo de
recursos (información, formación) para extraer lo menos dañino al tomar
decisiones que afectan a los pacientes, ¿habremos de ignorarlo?.
Referencias
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Epidemiology”. Little, Brown & Co. Boston, 1985. p 119.
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C., Llopis A., Nájera E., Terris M. “El desafío de la epidemiología” OPS (Publ.
Cient. #505) Washington, USA 1988.
4. Fletcher R., Fletcher S., Wagner E. "Clinical
Epidemiology". Williams & Wilkins, USA, 1996.
5. Kleinbaum D., Kupper L., Morgenstern H.
“Epidemiologic Research” Van Nostrand Reinhold Co. NY
1982.
6.
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&pid=S0034-98872001000400018&lng=es&nrm=iso&tlng=es
7. Herrera P., Prado V. “Shigatoxin-producing
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children. Seeking for evidence”. 3er Congreso Mundial de Infectología
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8. Sackett D., Straus S., Richardson W.,Rosemberg W.,
Haynes R. “Evidence Based Medicine” Churchill Livingstone 2nd Ed. Edinburgh
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9. Bayes T. (1763) en 1958 “Studies in the history of
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the doctrine of chance” Biom. 45: 296-315.
10. McColl A., Smith H., White P., Field J. “General
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11. Herrera P. Rev. Chil. Infectol. 1997; 14: 59-61,
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http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-10182000000400012&lng=en&nrm=iso&tlng=es
NOTAS.
1.
Tal vez la siguiente analogía sirva para ilustrar el concepto: si en una
observación clínica leemos, en la historia actual, que el paciente lleva dos
días con fiebre, nuestra disciplina clínica nos alertará sobre que el término
"fiebre" y su duración no constituye sino una interpretación de un
síntoma relatado por el paciente y no de una evidencia, de modo que la
interpretación de "fiebre" puede ser errónea; más cercano a la verdad
hubiese sido explorar y consignar como síntomas otros componentes del síndrome
febril que hagan más plausible que la fiebre existió. Si consta temperatura
39°, esto sí es evidencia de que la "fiebre" es parte de la causa de
consulta. Así, por ejemplo, cuando un autor hace un meta-análisis en un área
temática, independientemente de los antecedentes que lo justifiquen, los
métodos estadísticos usados, los resultados mismos y, sobre todo, las
conclusiones, hay que examinar algunas "evidencias": la cantidad,
tipo y calidad de trabajos que concluyó en tal síntesis y, obviamente, los
resultados y la forma de comunicarlos. No es raro encontrarse en este tipo de
trabajos, con evidencias claras de invalidez, inclusive en revistas de alto
impacto (léase Safdar et. al. "Risk of hemolytic uremic syndrome after
antibiotic treatment of Escherichia coli O 157:H7 enteris: A
metaanalysis". JAMA
2002; 288; 996-1001).
2.
"Una Antropología Médica" fue el curso dictado por el Profesor Dr.
Pedro Laín Entralgo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en
los meses de junio y julio de 1965.
3.
Asunto del que no los hemos liberado de todo.
4.
O no tener relevancia alguna, lo que hoy es inadmisible dada la constelación de
derivados de aspectos económicos que afectan al paciente y a la sociedad.
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